La pandemia fue un momento de iluminación en mi vida.
No creo ser la única que, gracias a la soledad forzada del encierro, pudo regalarse momentos de introspección, en especial para analizar la calidad de las relaciones personales que tenemos.
No estoy segura si fue gracias a la liberación de la presión social o simplemente una aceptación de mi personalidad, pero ya no siento la necesidad constante de estar organizando salidas, eventos, juntas, videollamadas, lo que sea con todos mis círculos sociales. Cumplir por cumplir con mis responsabilidades sociales ya no es algo que sienta necesario.
Aprendí a disfrutar aún más los momentos que tengo para mí. A estar sola con mis pensamientos y poder tener discusiones sobre distintos temas con las diferentes aproximaciones y opiniones que caben en mi cabeza.
Aprendí a buscar y organizar panoramas sólo con las personas que realmente valoro y quiero, y también a decirles honestamente cómo me siento.
y creo que lo más importante de todo, es que aprendí a dejar de sentir culpa por las expectativas que no soy capaz de cumplir en la mente de otras personas. En especial de esas personas que dejaron hace años de ser un aporte real para mi vida y mi felicidad.