En la sala de clases

En la sala de clases

Luego de casi 6 años de estudiar Ingeniería Civil Estructural me enfrenté a la comúnmente compleja decisión de qué hacer con mi vida. ¿Qué puedo hacer ahora con tanta matemática, física y un cartón universitario?  Tenía ante mi la maravillosa opción que pocos en Chile tienen, poder elegir. Hoy les quiero contar, después de dos años de esa decisión, lo feliz que me hace haber elegido ser profesor.

Una semana después de dar el examen de grado tomé la decisión, sin pensarlo mucho, de postular al programa Enseña Chile, que acerca a profesionales a las salas de clases de diferentes colegios municipales o subvencionados a lo largo del país. Quedé, y luego de una pequeña preparación de un mes en una escuela de verano en enero, me encontraba, a fines de febrero del 2020, frente a 33 niñ@s de 7mo básico, del colegio B. niños y niñas, de los cuales sería su profesor jefe durante los próximos dos años, que se acaban en dos semanas más.
Son 3 cosas las que me han hecho plenamente feliz siendo “profe”, los momentos, el vínculo y el sentido.

No sé bien cómo explicarlo, pero ser profe tiene cientos de momentos maravillosos, otros no tanto claro está, pero ya hablaré de ello. Momentos maravillosos como el silencio de la sala y los ojos atentos cuando en mis manos explico el choque de placas tectónicas o la fuerza de roce. Momentos como ver la cara de alegría y sorpresa de un estudiante recibiendo una inesperada buena nota. Momentos como cuando lees al final de una clase realmente nefasta, el mensaje de apoyo de una estudiante por el chat de zoom. Momentos de risa y juego, pero también de tristeza y contención, son realmente maravillosos y hacen que ser profesor sea una experiencia bastante única.

Después de varios años calculando integrales, fuerzas y deformaciones solo frente a un computador, se me había olvidado lo que significaba establecer verdaderos vínculos que te reconectan con tus emociones. Para que la experiencia de aprendizaje sea realmente significativa debe existir un vínculo entre el profesor y el estudiante. No me refiero a que deba existir un gran amistad o buena onda, aunque ayudan, pero es necesario que el profesor entienda que cada estudiante no es solo un rut junto a un promedio, cada estudiante tiene su historia y sus sueños. Y viceversa, el estudiante debe entender que el profesor no es solo la máquina que pasa la materia, tiene buenos y malos días, sueños e historias. Ser profesor me ha vuelto a conectar con lo valioso de las relaciones humanas.

Cuando voy de vuelta desde el colegio a mi casa pienso muchas veces en lo que he hecho en el día, y no puedo dejar de sentir esa sensación de alegría que te da hacer cosas con sentido. Sentido porque quizá saqué alguna sonrisa en los días grises que a veces viven los estudiantes en sus casas.
Cada hora de trabajo vale si es que de algo ayuda a construir un país más justo o si en algún estudiante se despertó la curiosidad por descubrir más del mundo. A lo que voy, es esencial para mi poder trabajar en algo que disfruto y que siento que tiene real valor más allá de lo simplemente monetario.

No ha sido para nada de fácil, no quiero engañar a nadie. Hay clases en que todo sale mal, hay nada o casi nada de aprendizaje y la cara de los estudiantes no reflejan otra casa que aburrimiento y desinterés. También han sido años de pandemia en que hay mucho sufrimiento en la mente de los niños y niñas, ¿Qué les pueden importar las leyes de newton si ya no le ven el sentido a vivir? ¿Cómo les puede ayudar un profesor de ciencias? Por otro lado, muchos niños viven hacinamiento, serias dificultades económicas y son amenazados por el narcotráfico. ¿Por qué les cuento esto?, para que no crean que la felicidad que me trae ser profesor es por dejar pasar tristezas, estás son también parte de los momentos, el vínculo y el sentido.

Muchas gracias por leer este testimonio, espero que puedan elegir trabajar en algo que les llene y les de la convicción de estar haciendo que les haga sentido, yo elegí estar en la sala de clases.

 

Santiago Loeser