Comienza una nueva era en la que nada volverá a ser lo mismo de antes. Comienza un nuevo orden en la forma en que vemos a la sociedad, a las organizaciones, a las comunidades y a las personas. Y comienza un nuevo esquema de relacionamiento con el aterrizaje forzoso de la digitalización. Frente a esto, quizás estas esperando que pase la cuarentena y el confinamiento para volver a tus labores y reactivar todos los proyectos pendientes, más los urgentes ante una eventual recesión económica. Si decides verlo de esa forma, así lo verás, nada cambió y puedes seguir adelante como si nada hubiera ocurrido.
Lo interesante de esto es que la base estructural de la sociedad se ha estado transformando estas semanas y va a emerger una necesidad de reflexión en profundidad sobre cuál es el rol de las organizaciones en este nuevo orden global. Y de qué manera la colaboración radical se convierte en parte de la estrategia del sector privado. Una vez transcurra esta crisis sanitaria, no sólo viene una crisis económica, sino también una social y una política — no de partidos o sectores, sino de definiciones de representatividad — . Hoy más que nunca se requiere de la construcción de un propósito organizacional compartido por todos los que se vinculan con la organización y, por sobre todo, redefinir la propuesta de valor con un enfoque renovado, cercano y indiscutiblemente real. La innovación se posiciona así — desde ser una disciplina para desarrollar nuevos productos o servicios — como un motor de creación de nuevos puntos de vista que se puedan convertir en la definición de una estrategia de largo plazo que se adecúe a la motivación intrínseca de las personas y la sociedad en general.